La Sociedad 4.0

 

Chesterton escribía «Nadie puede utilizar la palabra progreso si no tiene un credo definido y un férreo código moral. (…) la misma palabra ‘progreso’ indica una dirección (…) si dudamos respecto a la dirección, pasamos a dudar en el mismo grado del progreso». A día de hoy, un ideal común que signifique ese progreso consensuado no existe. Vivimos una época de falso brillo, de exaltación de la revolución digital, con una clara definición de ‘progreso’ tan cuestionable como carente de revisión más allá de lo que es posible hacer, sin un planteamiento de lo que se debe, o lo que es necesario. Se ha asumido que el hecho de poder hacer algo a nivel tecnológico, la posibilidad, implica necesariamente que esto es bueno, que no tiene por qué ser reprobable si se puede hacer y permite el lucro, y yo cada día vivo más asustado de Zuckerberg y su 'Meta'.

El término ‘Internet de las Cosas’ (IoT) nace en 1999, de manos del británico Kevin Ashton, para describir la representación digital de los objetos físicos en un ecosistema digital, mediante la lectura de valores por sensores. Esto tiene su aplicación tanto en el IoT destinado al consumidor (cualquiera de sus 'smartphones', 'smart tv', o lo 'smart' que sea), o la aplicación industrial. Esto se convirtió en la herramienta esencial para el desarrollo del concepto de Industria 4.0 en 2010, por un proyecto del gobierno alemán que vio la luz en la feria de Hannover en 2011. Este concepto promueve una visión en la que nuestra industria y negocios están en un estado constante de generación de datos, y, lo más importante, es que esos datos realimentan la mejor gestión del negocio, mediante el desarrollo de diversas herramientas que hacen soporte a la toma de decisiones. Nada de esto es nuevo, no vengo a contarles esto como si fuera un gurú, pero este paso de la evolución de internet y su eco en sociedad e industria condicionan todo lo que hoy vivimos, y especialmente en la pandemia. El soporte digital ha sido el pilar sobre el que se han mantenido los negocios, y la demanda de empleos en estos campos no ha cesado en ningún momento de la fuerte crisis durante y después de 2020.

En el plano que me toca por mi sector, la digitalización industrial supone un enorme desafío en tareas de mantenimiento, operaciones, logística, previsión de demanda, etc. Y no un desafío por el mero hecho de la digitalización como fin en sí mismo, sino por la identificación de qué datos deben ser recogidos, qué elementos del negocio deben tener su representación digital, y sobre todo, cómo esto mejora una gestión eficiente del conocimiento y la infraestructura que ya existe. Por ello, el conocimiento técnico existente es la base, y, sobre todo, la estrategia. Todos estos medios nos otorgan una nueva y poderosa herramienta (que ya es mucho) para realizar lo que ya sabíamos hacer antes, pero ahora poder hacerlo de mejor forma. Estas tecnologías son el medio para llegar a un fin de manera más eficiente en todos los sentidos, no el fin en sí mismo. Leí hace tiempo, un artículo que me pasó mi padre, de la escuela de negocios del MIT (MIT Sloan Business School), y me pareció la aproximación más acertada que he visto al tema: 'Strategy, not Technology, Drives Digital Transformation'. Los empleos que se centran en la gestión del dato únicamente se pueden convertir en la nueva forma de ser un operario (mucho mejor pagado por cierto y con menos riesgos), pues si se despoja uno de la visión de conjunto más allá de las herramientas digitales, pierde la perspectiva, igual que antes lo hacía quien operaba una máquina, ajeno al proceso completo de producción, y de negocio. Por ello, es una tarea, tanto del sector público como privado, adaptar la educación a estas nuevas necesidades sin perder de vista la importancia del conocimiento base más allá de las nuevas herramientas digitales. A la vez que se hace esto, incentivar que se readapte a los profesionales ya existentes, o la remuneración por convertir su experiencia en datos que no podrían recogerse de otra manera. Lo esencial de todo esto, es valorar el conocimiento y la experiencia, y no dar espacio a la arrogancia que pueda generar el saber utilizar nuevas tecnologías, y, sobre todo, tener claro que el humano debe estar siempre en el centro de este círculo. Tanto tomando mejores decisiones, como utilizando su conocimiento de un modo más certero por tener mejores medios. Por favor, no creemos una sociedad de ignorantes que manejan muy bien Python y Excel, lo veo un riesgo plausible y me da miedo pensarlo.

En el plano social, el impacto que esto tiene en nuestro estilo de vida es un arma de doble filo. La teoría es, que esta revolución 4.0 es la que pone el mayor foco en el individuo, mediante descentralización laboral y de procesos, creación de nuevos modelos de negocio que favorecen a los emprendedores, y provisión de infinitas herramientas para estar 'conectados' entre nosotros y con un contenido online infinito. Puede decirse que este nuevo paradigma nos hace más libres pues nos permite acceder a más recursos desde cualquier lugar, de manera gratuita o barata, y en teoría nos permitirá ser dueños de nuestro tiempo, pero a la vez, lo que nos hace más libres nos aleja de lo verdadero, de lo real. La facilidad del acceso a conocimiento se convierte en pereza, cada vez a la gente le cuesta más concentrarse en algo por el consumo 'dopamínico' de contenido rápido e intrascendente, y el estímulo constante. No hace falta mencionar que la gente no lee ni por asomo, que se prefiere el 'highlight' al partido completo, y el nocivo 'multi-tasking' de hacer todo y nada a la vez (del que soy víctima en muchas ocasiones).

Este cambio de paradigma a lo digital puede llegar a hacernos más libres, más dueños de nuestro tiempo, trabajar desde donde queramos, y muchas ventajas, pero por otro lado, fuera de control, esto aleja de todo lo verdadero de contemplar el mundo que nos rodea, la naturaleza, la filosofía, la literatura, todo aquello que requiere parar, atender, y entender en profundidad. No lo duden, el tiempo está más presente que nunca, nos golpea con la fusta, y nos pone anteojeras. Me molesta, y no se puede huir de ello. Debemos aprovechar todo lo bueno que la digitalización nos ha dado, identificando y alejando de nosotros todo lo que nos está consumiendo, acepto pagar un peaje, pero no todo lo que soy. Parece que la alegoría de Alex Turner escribiendo 'Tranquility Base Hotel and Casino', se va cumpliendo en este futuro que invita a pagar demasiado.

Yo me descubro siempre ignorante, aunque tenga la biblioteca universal en el bolsillo. Intento leer y aprender más, desde la contemplación, y parece que todo lo nuevo de este mundo va en contra de esa contemplación. Me conformo, con un día poder estar orgulloso de lo leído, lo observado, y quizás, ganarle la batalla a la página en blanco.

Ahora me voy a guardar el artículo en 'drive', para no perderlo, qué ironía.

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