La responsabilidad del pensamiento

 

«¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?», así comenzaba Alberti un poema interpelando a los poetas andaluces, al qué y al cómo de la creación, al motivo. Este verso me pareció desde niño una llamada a la responsabilidad poética y artística. Desde la primera vez que leí el poema me sobrecogió, me invadió cierta culpabilidad por si mis motivos y contenido eran suficientes, por si me atrevía a contestar esa pregunta sin avergonzarme. Un sentimiento como el que nos generaban nuestros padres cuando nos tomaban la lección de niños para saber si habíamos estudiado. Este verso de Alberti no es sólo un verso dirigido al poeta andaluz, es una pregunta que puede dirigirse a cualquier poeta, escritor, filósofo, u otro tipo de pensador o artista. Es una pregunta, que a día de hoy, haría que la generación del 27 o del 36 llamara a la mayoría al orden.

En la sociedad de nuestros días, en este mundo donde el subjetivismo y el relativismo son el pilar que sostiene todo, este verso de Alberti hace una pregunta que se plantea aterradora. El gran misterio de la civilización occidental a día de hoy es que todos quieren ser originales, nadie quiere ser aprendiz, pocos se humillan ante lo anterior y crecen desde ahí. Pero realmente no es un misterio, los artistas, la gente en general, desprecia esa tarea de acercamiento a la verdad no por un misterio, sino porque es una tarea lenta y ardua. Cuando los cerebros atiborrados a dopamina con mayor dependencia que un ‘yonki’, suman la subjetividad y el relativismo absoluto, tenemos el cóctel perfecto. Se desdeña la naturaleza por arrogancia (no es tan inmediata y estimulante como lo creado por el hombre, no está hecho para divertir), se habla de obras que no se han leído, y se presume de un cúmulo de conocimiento no alcanzable por mero esnobismo. Esto es así porque el conocimiento de las cosas y su comprensión conlleva un tiempo de recogimiento y silencio inevitables, conlleva alejarse de lo accesorio y superfluo del mundo como sacrificio, conlleva hacer cosas que no son aplaudidas y que no pueden compartirse en las redes sociales, conlleva aceptar que hay algo más grande que ‘yo’.

El artista, el escritor, el heredero de este tiempo, está invitado a crear desde el ego y las propias parametrizaciones vagas, limitadas, y personalistas. Se prefiere crear un sistema o cosmovisión personal por el hecho de ser personal antes que construir desde lo bello, desde lo clásico, desde lo que no tiene atajos ni trucos, desde la búsqueda de dignidad del creador en lo creado. El joven con inquietud artística recibe el mensaje de que la poesía es escribir unos versos pomposos con rima aguda consonante, o frases vacuas e inconexas de forma ‘rebelde’, y que la música es contar mensajes obvios como un quinceañero enajenado, y que escribir es poner fotos bonitas con frases obvias debido a la falta absoluta de profundidad del receptor. Pero sobre todo, recibe el mensaje de que todo esto puede hacerse rápido.

Se ha perdido la pregunta esencial que todo creador debe hacerse tras el verso de Alberti: ¿Merece esto ser contado? Pero cómo pretendemos que la gente se haga esta pregunta si las editoriales de mayor impacto, las grandes casas de discos, y el ‘mainstream’ artístico publica y promueve a gente con conclusiones de niño de preescolar por tener miles de seguidores en las redes sociales. Cómo pretendemos que un ‘influencer cultural’ tenga pudor si hemos educado en la idea de que si una idea es compartida por muchos es verdadera.  Con todo esto en contra, todavía quedan editoriales, salas de exposiciones, o sellos independientes, que siguen peleando contra viento y marea.

Ante este paisaje de tono apocalíptico, ante la pregunta del verso de Alberti, hay respuestas que siempre han sido y serán válidas. Estas respuestas vienen de los clásicos, de la tradición, de la búsqueda de dignidad del artista en lo que le precede. Podríamos contestar a Alberti qué es un poeta, a qué debe cantarle un poeta, no ahora, sino siempre, y no andaluz sino universal.

La vocación poética es vocación por la verdad, es vocación por desvelar las realidades, es la agonía eterna de añadir piezas a un puzle que no se acaba, es la sed de comprender, es la palabra que precede a la filosofía. El poeta, el verdadero artista, debe observar, sentir, y comprender, en vez de intentar proponer un orden. El hombre renueva su alianza con su creador cada vez que crea. Por ello debemos pedir a los poetas, pensadores, y artistas responsabilidad, plantear la importancia de lo creado y las ideas transmitidas y cierta mentalidad quijotesca ajena a los designios de su tiempo. Debemos ser muy cuidadosos al designar a alguien poeta, pensador, artista; debemos nutrirnos de conocimiento y herramientas contra los farsantes, debemos saber reconocerlos. Si no se seguirá publicando intrascendencia que abarrota los vertederos y las librerías de cuarta mano. Si no acabaremos en un mar de nada que será la historia de una época, como refleja Antonioni en la película ‘La notte’ mediante el personaje de un escritor (Mastroianni) que mira la literatura con desilusión desde su vanidad, desde no entender que el origen de las cosas y su significado, desde su subjetividad hedonista. De la misma forma mira su matrimonio con Jean Moreau y el mundo, porque no entiende que todo lo verdadero lo es porque existe en la naturaleza, y esto va más allá de expresarse a través de frases vacías y sin ningún sentido lógico. En este escenario social, un amanecer concluye la película ‘La notte’, un amanecer que no es un nuevo comienzo que redime de los pecados, sino simplemente la luz de la realidad que obliga a verse a uno mismo tal y como es.

Como decía Cervantes en voz del Quijote tras ser derrotado defendiendo sus ideas, cuando se le permite renegar de Dulcinea: «Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra». Cuando se lucha y crea por la verdad, no importa ser enemigo de tu tiempo, no importa estar relegado al trabajo y silencio eternos, la verdad es más fuerte que nuestras limitaciones, y la verdad debería ser el único motor de la creación. La verdad es un fin sin medios.

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