Costumbrismo, Rafa Nadal, y el triunfo de lo improbable

 

Siento la falta de originalidad, pero estas palabras están motivadas por una hazaña deportiva. En este caso, la gesta de Rafael Nadal en Australia y lo que ha suscitado. Las conclusiones evidentes son el mensaje de superación y grandeza, la motivación (que da para meses me decía Gonzalo), el alarde de resistencia a los golpes (en el tercer set no sabía si era Nadal o Stallone en 'Rocky IV' recibiendo un recital de tortas del ruso), o el triunfo de la perseverancia y el trabajo. Estas proezas superlativas, una vez interiorizadas, pueden significar algo más allá de la épica de tragedia griega.

Rafa Nadal peleando contra el mundo, me ha conducido hacia una analogía con la vida del español que sale a Europa, o al mundo anglosajón, para vivir y desarrollarse. Desde que Rafa comenzó, Toni Nadal relata cómo se enfrentaba a un suizo con mejor derecha y revés que él (por no hablar de la volea), de un americano con mucho mejor saque, de otro que subía mejor a la red, y así muchos otros. Es cierto, no era el mejor en nada, partía con desventaja, pero, como le dijo Toni en su primera final de Monte Carlo contra Federer: «si corres diez veces más que él y crees más que él en cada bola, tienes alguna posibilidad de ganar». Cualquier español (también diría que es extensible a los países del sur de Europa) que compite con los centroeuropeos y anglosajones siente esa desventaja, no formativa, ni cultural, pero siente que empieza el partido perdiendo. Además de prejuicios, como ese que dice que somos la huerta de la Unión Europea, o que somos su patio de recreo veraniego, hemos aceptado una caricaturización  derivada de la incapacidad de autogestión que suspira por un rescate  de Europa. Y, a la bochornosa representación por parte de nuestros políticos, se añade una falta de dotación de prestigio a lo nuestro, de manera autoimpuesta y bastante cainita, lo cual genera que nos menospreciemos.

Con todo lo anterior, se evidencia, que solo corriendo más cada bola se podrá ganar, no hay ningún secreto más allá de creer en lo improbable. Creer que un español puede plantar cara al mundo y 'competir' en aquello que ama, por ello Rafa es una inspiración para creer, más allá de blandir una raqueta. Goethe resaltaba que «el talento se educa en la calma, y el carácter en la tempestad». Creo que es aplicable a lo deportivo y también a nuestra joven generación migrante. En este terreno deportivo a la vez que internacional, creo que solo una figura ha llegado a este nivel, y para muchos es desconocida, el gran Severiano Ballesteros. 'Seve' era una figura de inspiración mundial, un símbolo de victoria en Europa frente a los americanos, un galán de estilo envidiado y alabado, por el que he visto, desde Tiger Woods, hasta Sir Nick Faldo, enjugando lágrimas al recordar su nombre. Me resulta curioso que este señor luego paseara por la calle en España y la mayoría no supieran quién es. Al fin y al cabo, estas figuras nos han hecho creer en la universalidad de lo nuestro, de nuestra cultura. Aunque suene a broma, me ha llenado de orgullo que mis amigos internacionales me escribieran para felicitarme por lo de Rafa (como si yo tuviera algún mérito), pues ha generado una emoción tan primaria que no han podido resistirse.

Tras el paseo por lo deportivo, la misma reflexión me llevó a revisar 'Volver a Empezar' de José Luis Garci, y el personaje de 'Antonio Miguel Albajara' como Nobel de literatura y profesor en Berkeley. Esta película es una elegía y un canto a lo improbable, que parte de lo que nos caracteriza, y de la posible universalización de lo local, no con una perspectiva globalista, sino de exposición. Para esto es un maestro Almodóvar. Desde 'Volver', 'Dolor y Gloria', o 'Todo sobre mi Madre', siempre he pensado que su éxito no reside solo en la dirección, ni en esa composición de colores vivos tan llamativa, sino en como resaltar el costumbrismo y la belleza, y una filosofía natural y empírica. Pero he de mencionar, en el caso de Almodóvar, que la caída en el exceso se aleja de la realidad y se transforma a veces en vodevil (no por ello menos divertido u original). A mi juicio, José Luis Garci retrata el costumbrismo sin caer en los excesos que no representan la realidad, y genera una universalidad de lo español más viva. El claro ejemplo es esa mezcla de humildad y honestidad de Garci, recogiendo el Oscar en 1983 con un esmoquin blanco, y un inglés desacomplejado, a la vez que agradecido con los que le premiaban. Otro ejemplo, en 'You are the One (Una historia de entonces)', Lydia Bosch es el equivalente a Kristin Scott Thomas en 'El Paciente Inglés', con la diferencia de que Lydia me parece más elegante, más refinada, mucho más atractiva por ser más real, y gris, como son grises naturalmente las tardes lluviosas de invierno. En esa película se suceden las escenas de un pequeño pueblo español, igual que se suceden en uno italiano en 'Cinema Paradiso'. Me resultan más cercanas y comprensibles esas escenas que las calles de Manhattan en 'Érase una vez en América', y son más universales por mucho que el caballo de Troya anglosajón se haya colado en los salones burgueses. Esta universalidad ha estado presente en grandes obras como en El Quijote, Platero y yo, La casa de Bernarda Alba, o La Casa Encendida.

No tomen este artículo como una exaltación de lo patrio, pero uno cae en la cuenta de que lo universal, si no parte de la costumbre, es farsa, es basura, está impostado. Por ello veo esa verdad en un niño de Manacor que daba raquetazos con su tío, alcanzando la universalidad (y atemporalidad) en su disciplina, al igual que un niño de Málaga que pintaba pájaros en acuarela en casa, llegó a ser Picasso en la panacea de las pinacotecas del mundo; esto es una oda a la universalidad de la costumbre, y al triunfo de lo improbable, que lo es todo antes de llegar a materializarse. La literatura se ha convertido en algo improbable a día de hoy, pero siempre queda, y nos sigue haciendo mejores. Seguiré creyendo en la literatura y en la cultura, pues creer en lo improbable hace todo más llevadero, al final nos vamos y se quedarán los pájaros cantando, ya lo dijo Juan Ramón.

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